viernes, 20 de noviembre de 2020

 

Un país de ensueño. 

Hace un par de días el gobernante de este territorio de la fantasía, en una de sus hilarantes alocuciones me hacía pensar en esta nación de quimeras. Y vaya que es un país singular. Para los que se preguntan dónde vivo es difícil contestar. Mi patria limita simbólicamente con el reino de Genovia y territorialmente con Macondo. En una encuesta de hace años dijeron que estábamos entre los pueblos más felices del orbe. En esta maravilla de la naturaleza y cuna de la justicia. Los panaderos ganan más que los maestros, cerca de casi dos millones por promedio. Los que pertenecen al escuadrón móvil anti disturbios están más protegidos que las enfermeras. Los ingenieros de sistemas trabajan apenas durante dos horas, el resto trabaja por contrato. Los médicos trabajan las 24 horas y los senadores ninguna. Casi no se requieren psicólogos porque no hay dilemas y mucho menos sociólogos porque todos sufrimos de amnesia. Un país donde las iglesias están cerradas y los pastores ofrecen vídeo conferencias. Para sus ministros de hacienda, cualquiera que gane el salario mínimo ya pertenece de entrada a la clase media.

jueves, 19 de noviembre de 2020

 Si el amor comenzara por el combate absurdo, por la indignación y la melancolía, y luego viniera la inapetencia y aquella tolerancia muda y resignada, para pasar a los besos desapasionados y la costumbre de la rutina, hasta llegar al deseo irracional y repentino del otro, a los gestos que arrancan el tiempo de los relojes, a las palabras que hacen harapos las ropas, al hambre de besos caníbales y a los choques de deseo que pulverizan el aliento, si los síntomas del amor se presentaran a la inversa, entonces quedaría esperanza en el mundo.    

Día Mundial de la Filosofía | Victoria Camps

Día Mundial de la Filosofía, oportunidad para reflexionar sobre la irrac...

Día Mundial de la filosofía 2020

Día Mundial de la Filosofía: colaboración con Lupita Hard

Leonor de Aquitania: una de las grandes figuras femeninas de la Historia.

Campaña viral de Alemania para luchar contra el CORONAVIRUS (en español)

Coca-Cola - En esta Navidad, el mejor regalo es estar juntos.

martes, 17 de noviembre de 2020

 

GLOSA A LA OBRA: EL ELOGIO DE LA MADRASTRA DE MARIO VARGAS LLOSA

                                                                                                      

Reposaba agazapada entre otros anónimos libros en el viejo estante, a la espera de ser leídos, aguardando esa imperceptible orden interior: “el  abra cadabra” mágico, que me pusiera en contacto con su secreto mundo de incógnitas, guardadas allí en sus líneas, la pequeña obra de Vargas Llosa, de impecable factura, con su aire de aristócrata en medio de una multitud de desgarbados y viejos textos, cuyo titulo oscila entre lo pérfido y lo sublime.

 

 Contiene toda la fascinación del enigma que sugiere la extraña asociación tradicionalmente referida a las madrastras como estereotipos de retorcidas intenciones, de acciones malvadas contra sus hijastras: asociación que obedece a esa carga cultural que nos han creado las literaturas infantiles con las que alimentamos la imaginación de la infancia. Establecía la curiosa relación con ese otro histórico elogio que había hecho Erasmo de Rótterdam sobre la locura y con Cervantes en su inmortal Quijote al elogiar, no la locura de un protagonista demente en su pretensión de salvar al mundo, devolviéndolo al pasado, sino la inteligencia para demostrar la magna estulticia de pretender buscar la justicia, la equidad con medios inadecuados.

 

Fueron esos entre otros, algunos de los motivos que en definitiva impulsaron la decisión por su lectura. Se sumaba a ello esa poderosa atracción que ejerce la prosa del escritor peruano, tradicionalmente despojada de artificios, de grandes recursos lingüísticos, de metáforas barrocas e imaginación desbordada. Una prosa que atrapa en la sequedad de su factura, como la de aquellos buenos vinos que no empalagan al paladar; contrapuesta a las prosas también amenas en su momento, como las muy exquisitas de Asturias, de Alejo Carpentier recargada de arabescos, ola del mismo García Márquez, excitante y tropical.

 

Era un alto en el camino, para variar de estilo, por otro bien diferente, como el de Llosa, austero, casi militar de su época juvenil, como los “cachorros”de estilo espartano o el de la ciudad y los perros o el de “la casa verde”. Cambio de estilo que de vez en cuando, permite percibir todo el deleite que subyace en esa soberbia construcción metódica de la palabra, como el ensamble de un “bricolaje” en el que nada sobra, nada falta. Múltiples sugerencias que no se agotan en sus bien esculpidas 198 paginas, que componen el singular texto en el que es tan fundamental lo literario como lo pictórico. 

lunes, 16 de noviembre de 2020

 GLOSA A LA OBRA EN EL NOMBRE DE LA ROSA DE HUMBERTO ECO 

 

Obra que encaja muy bien dentro del carácter de las disciplinas de Humberto Eco.  Construida para efectuar una experiencia de semiología.  Es toda ella un gran tratado de interpretación de signos, bajo condiciones específicas, para llegar a conclusiones ciertas. La novela, aunque se refiere a unos hechos criminales que culminan con un Apocalipsis, y que son casi el pretexto para que el autor realice una sugestiva innovación en la que sabe ensamblar, la crónica lineal, suelta, sin ningún aparente artificio, con la novela de suspenso, el testimonio de intrincadas diatribas medievales; por todo ello no alcanza a convertirse en una curiosa novela policíaca, erudita, sin más. La extrapolación de un género moderno referido a una época tan distante, el tratamiento “Sherloholmiano” (a la Conan Doyle) a una abadía benedictina del siglo XIV, hacen de ella una obra exquisita, clásica.  Pero es algo mas que eso.  Esta es una de sus variadas y ricas facetas que bastaría por sí sola para hacer de ella una obra fresca, y de palpitante vigencia, por la reconstrucción de un sistema antiquísimo, saturado de todas las angustias temores, de las luchas propias de los estertores del Medio Evo e inicios del Renacimiento, tiene una pasmosa afinidad con nuestros temores y pasiones con nuestras aspiraciones y nuestros vicios.

 

Las enconadas discusiones de la Edad Media, en la que subyacen irreconciliables intereses económicos: La pobreza de los mendicantes, los Fraticelli –frente a la riqueza del papado.  El poder terrenal del papa y la autoridad del emperador.  Dualismo desgarrador en el que se debaten las conciencias, de los fieles y gobernados, antagonismos de autoridades: temporal y espiritual; y finalmente el triunfo de una de ellas que nunca debió haberse constituido en poder temporal. No es propiamente lo detectivesco lo más específico ni es la característica que particularmente la emparente con nuestra época.  Es más bien el pretexto para meternos en el campo de una Semiología-vivencial. El autor no introduce por un laberinto de observaciones, indagaciones, pesquisas, que nos van aclarando los hechos hasta obtener la certeza; tiene una sugestión cautivante desde su preludio inicial con el cual nos presenta la obra –recurso maravilloso que forma parte de  una  intriga de la que nunca queda uno “curado” pues si bien es cierto, los hechos se esclarecen al final, la intriga total queda vigente con la pérdida de los manuscritos iniciales, su autenticidad y el proceso de reconstrucción de los mismos o del monje (que fueron quienes motivaron la obra). Se trata de un monje detective que va reuniendo pacientemente sus datos y observaciones, o de un semiólogo de los signos externos, verbales, gestuales...?Guillermo de Basquervill, va acabando todos y cada uno de los signos fragmentarios, hasta componer un retablo armónico perfectamente comprensible en el que partes y todo se explican y se cohesionan como en un rompecabezas resuelto, pero sobre el cual deja gravitando una pregunta ¿será cierto?- Como buen maestro que es, nos va llenando pacientemente de la mano por ese intrincado laberinto, simbolizado en la torre.

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miércoles, 11 de noviembre de 2020

 

REFLEXIONES POR JUAN CARLOS VIERA

Los seres humanos para enfrentarnos a una sociedad que cada vez es más exigente y competitiva lo podemos hacer de varias formas, unos toman el competir con ellos mismos y con los demás como premisa del capitalismo salvaje que privilegia el individuo sobre la colectividad; otros en cambio pueden asumir el esforzarse y trabajar de forma individual y egoísta sin pensar más que en sus propósitos como manifestación inconsciente de los instintos primarios de la supervivencia del más fuerte o bien que esto es de unos pocos el asumir el asociarse, el colaborar, el salir todos adelante. Estas representan tres formas de asumir la existencia: desde la competencia, desde el egoísmo o desde la cooperación. El ser humano es un animal social por naturaleza nos recuerda Aristóteles y se organiza en colaboración con otros en sociedad para sobrevivir a un ambiente hostil lo reafirma Rousseau. Pero tal parece que la propiedad y el capital pervierten la natural conciencia humana que no puede tener existencia de planta solitaria o alma de isla.

martes, 10 de noviembre de 2020

 

El libro de la memoria. Por juan Carlos Viera. 

La memoria de la familia se basa en las historias que contaban mis abuelas. Rosalía o Efigenia. Unas mujeres descalzas, con trenzas que caían sobre sus hombros, que tenían toda la sabiduría de los ancestros indígenas sin haber terminado nunca la primaria y muchas veces sin saber escribir. Esas historias de amores y odios. De enormes sacrificios o de ocultos amores. Se pasaban de una generación a otra a modo de historias o cuentos que a ratos cambiaban de curso dependiendo de quién los narrara a los nuevos descendientes. Muchas veces contadas con alegría a modo de anécdotas alrededor de la mesa o en un paseo de familia en el rio con olla y todo o la mayoría de las veces las relataba mi madre o mi tía abuela con lágrimas en sus ojos frente al crepitar de una vela junto a un féretro en una larga noche en la velación de un ser querido.

En tiempos más modernos esa memoria colectiva de nuestra familia quedaba consignada en el registro de un viejo álbum de fotos sepias, amarillentas y borrosas. En unos tonos ocres, que iban tomando forma o perdiéndola dependiendo de la época en que fueran tomados los retratos en la antigua cámara analógica de la tía Melba. La historia escrita, la de ahora, ya no camina descalza si no en puntiagudos tacones, con faldas plisadas y cabellos arreglados como de jóvenes ejecutivas o abuelas abogadas.  Le toca ahora a nuestros futuros descendientes escribir con una pluma firme en este libro de la memoria. Los más chicos de la familia aun no tienen suficientes recuerdos y los más viejos ya han empezado a olvidar los suyos. Estoy pues como una temblorosa hoja en blanco en este gran libro de la memoria. Tratando de recuperar las viejas fotos de este viejo libro de la memoria. Me aferro a cada sutil recuerdo, vuelvo a escuchar cada vieja historia. Pego con cariño las fotos de lo que ha sido mi vida y siento miedo que el tiempo y el olvido se lo lleven todo.     

jueves, 5 de noviembre de 2020

 

CADA HOMBRE Y SU MITO POR JUAN CARLOS VIERA. 

Debes saber ya por tu carrera y tu estudio continuo que los mitos han alimentado la imaginación  del hombre desde antaño y que la psicología en particular se ha nutrido de ellos prolificamente, tal es el caso de Sigmun Freud  que a los desordenes de personalidad les va atribuir nombres de mitos griegos y Carl Jung va a ser lo propio con ellos al manifestar que todos poseemos un inconsciente individual y otro por decirlo menos colectivo que es común a la humanidad entera, a la especie, a nuestro genero tan caótico y oscuro.

Bueno Jung manifiesta que el ser humano consciente o inconscientemente se identifica con un mito, pero que no todos los mitos son felices, existen mitos trágicos, no todos son héroes y no todos logran grandes hazañas, la mayoría de los seres mitológicos posee existencias desgraciadas; para ilustrar lo que digo, pues basta citar a Damocles de quien pendía una espada todo el tiempo sobre su cabeza y por ello decimos que el tiempo es una espada de Damocles, Tántalo aquel tan travieso que fue castigado con sentir hambre y no poder comer, tal es el destino de muchos pueblos y etnias que en la actualidad padecen hambrunas y sequías; y el mito de cronos el viejo dios del tiempo que se comía a sus hijos y es así que todos somos hijos del tiempo que termina devorándonos. De tal suerte que yo también me siento identificado con un mito y como quisiera cambiar mi fatum y que las terribles parcas desenredaran el hilo de mi vida de otra forma. Tal parece que vivo el mito de 

Apolo y Dafne, Apolo dios de los arqueros, de la música, de la profecía y de la luz, pero no siempre afortunado en sus amores. Su primer amor fue la ninfa Dafne, pero ella lo rechazó. La violenta pasión de Apolo y la resistencia de Dafne se debía a que Eros (Cupido), irritado por las bromas del dios del sol, le disparó a él una flecha de oro para que se enamorase de ella, mientras que a Dafne, le dirigió una de plomo para que le rechazase. Apolo persiguió a Dafne con todo tipo de súplicas amorosas, todas las cuales rechaza hasta llegar a orillas del río Peneo. Aquí justo en el momento en que va a darle alcance, ella pide ayuda a su padre, el dios del río, el cual la transforma en un laurel. Apolo se queda de una pieza.

El otro mito trágico de los griegos es el de El mito de Sísifo: En el infierno Sísifo fue obligado a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, bueno vemos en la vida cotidiana a personas que nunca concluyen sus proyectos, que casi logran sus metas pero no lo hacen, padecen el síndrome del casi, casi logro tal cosas o tal otra; Y el mito final.

El mito de Pigmalión forma parte de los libros XII - XIII de Las Metamorfosis, escritas por el poeta romano Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) cerca del año 8 D.C. Pigmalión era rey de la isla de Chipre. Era amado por su pueblo, pues era justo y gobernaba con gran sabiduría. Pigmalión también era un gran escultor y cuando no dirigía el estado se encerraba en su taller, en el que creaba imágenes de gran realismo. Hubo un tiempo en el que pasaba la mayor parte del tiempo en su taller, trabajando en secreto en una escultura. Al terminarla la mostró a todos los nobles, quienes se quedaron maravillados.

Era la estatua de una joven de gran belleza, y estaba hecha con tanta gracia que parecía estar viva, aunque inmóvil. Según decía, era tan bella y perfecta como ninguna mujer verdadera podría serlo. Ordenó que fuera cubierta con lujosas ropas, le llegó a comprar las más bellas joyas y flores: los regalos más caros. Siguió retocándola y perfeccionándola; pasaba horas y horas contemplándola, de vez en cuando la besaba tiernamente. Hasta que se dio cuenta de que se había enamorado de la estatua. En una fiesta a la diosa Venus, muy adorada en la isla de Chipre, el rey escultor suplicó: “A vosotros ¡oh dioses!, a quienes todo es posible os suplico que me deis por esposa una doncella que se parezca a mi virgen de marfil” (según Ovidio, no se atrevió a pedir directamente la transformación de la estatua). La diosa del amor escuchó el pedido. Cuando Pigmalión regresó a su taller y tras horas de contemplar a la estatua la besó en los labios y en vez de frío marfil, encontró una piel suave. En un segundo beso, la estatua despertó y adquirió vida, transformándose en una bella mujer real que se enamoró perdidamente del creador. Entonces Pigmalión y Galatea (como llamó a la estatua se casaron y vivieron felices para siempre.

 

DESENCUENTRO POR JUAN CARLOS VIERA

Como han cambiado los tiempos que otrora nos parecían más gratos y las épocas se van transformando lentamente ante nuestros ojos casi de forma imperceptible pero constante siempre. Anteriormente las princesas de nuestros cuentos infantiles, esperaban pacientemente dormidas que llegara un apuesto príncipe a despertarlas con un tibio beso en la mejilla o vivían rodeadas de un número sin par de enanos en una cabaña en el campo sin mucho más que hacer que cantar. Las más osadas lanzaban por el alto balcón de la torre donde estaban secuestradas por una malvada bruja o un cruel padrastro según la versión del cuento, una trenza de cabellos dorados o un lazo hecho con telas o cobijas, otras princesas más ingenuas visitaban a su abuela cruzando un bosque oscuro y peligroso lleno de riesgos y de lobos hambrientos. Mas ahora en estos tenebrosos y deshumanizados tiempos postmodernos las princesas ya no esperan, trabajan en grandes corporaciones y ocupan prestigiosos cargos ejecutivos.  Ahogadas en tiempos eternos de reuniones de ocho a ocho y grandes eventos programados, congregadas en grupos espirituales, o en salones de spa ya no confían en el fuerte brazo de un solitario caballero que las salve de dragones o les recoja del suelo el pañuelo que furtivamente han arrojado para que él lo guarde en el pecho dentro de su acerada armadura y mire su nombre escrito en letras doradas y suspire de amor y de agonía. El tiempo de los caballeros se ha extinguido para siempre, ya Orlando no busca a su Oriana para defenderla,  ya Tristán ya no le canta a su amada Isolda y El quijote murió loco buscando a su hermosa Dulcinea. Que tiempos horribles de soledad y tristeza. Se van para siempre las ilusiones y los sueños, se pierden las utopías entre el escepticismo y la indiferencia que estas épocas que imponen nuevos valores de producción y eficacia. Ya el valor es desplazado por la eficiencia y la lealtad relegada por la productividad. Ya los corceles fueron movidos por los autos deportivos y las armaduras sin uso se oxidan en las mazmorras de los castillos, las princesas de hoy ya no necesitan caballeros ni príncipes azules, en parte porque estos no existen y en parte porque están tan ocupadas, tan absortas de trabajo, tan alienadas por la rutina. Ya son auto suficientes, ya han conquistado la tan anhelada independencia y todos los derechos que les fueron negados en la historia.  Queda tan solo el caballero de la triste figura y su armadura oxidada perdido en el tiempo. Descendió al averno Orfeo para rescatar a Eurídice y la perdió para siempre. Todo está trastocado, el capitalismo salvaje ha destruido al romanticismo. Volvemos a vivir las épocas antiguas y al resurgir de los mitos. Eros lanza sus dardos de oro y de plomo, unos para amar y otros para despreciar, este hijo de la riqueza (poros) y la pobreza (penia) y en su traviesa crueldad ha transformado todo, ahora entiendo porque el amor y la muerte son hermanos.

 

MENSAJE ARROJADO AL MAR EN UNA BOTELLA
 

Somos como dos granos de sílice que no se conocen, separados por la diminuta cintura de un reloj de arena.  Como dos imágenes que se revuelcan en la profundidad del inconsciente sin tocarse siquiera, sin saber cada uno que el otro existe...Te parecerá absurdo que intente escribirte si no te conozco, pero acaso mismo no es la vida un ejemplo de estupidez.  No creas que justifico mi atrevimiento.  Me agrada pensar que estas tontas cartas a desconocidas son como desesperados mensajes arrojados al mar en una botella, para que no se quien los recoja.  Como un grito desgarrador en la mitad del silencio.

 

Estas tontas palabras, absurdas y sin sentido no tienen más fin que el de disiparme y ver transcurrir lentamente las horas.  Así que no tienes de que preocuparte. Imagina que este juego es como si estuvieses “chateando” en Internet con alguien a quien jamás has visto. Puedo escribirte tranquilo sin temor a herirte, sin vanos prejuicios y sin convenciones; con la seguridad de no conocer sus gustos, no puedo equivocarme. Me encanta escribir, pero no deseo molestarle, imagino que estarás ocupada en tus quehaceres, no te sobrara el tiempo absorbida por el mundo.

 

Como no puedo dormir, paso las noches como un bombillo.  Estragado de soledad y frío, me siento al teclado a plasmar las quimeras de mi vesania.  Entonces me subo en la aleta de un delfín, o en la cola de una ballena, extiendo los brazos con las manos abiertas y quedo colgado de la punta de una vieja estrella.

 

En uno de esos viajes en mis noches eternas pude haberte visto descansando dormida. Otras veces durante la sombra de la penumbra oscura puedo ir pegado de las polvorientas alas de una mariposa y dejarme caer del vacío, a los hilos dorados de la araña negra, sintiendo la muerte con sus ocho patas tejer la mortaja de rocío y seda.

 

En el silencio sin nombre de la penumbra quieta, tal vez logre mirar el reflejo de tu alma escondida en el hontanar acuoso o encubierta en la niebla...Esta carta sin nombre acaso se parece a la hoja amarillenta y vieja desprendida de un sauce, que es arrastrada por el aire, se mueve al garete, en medio de la tarde gris y lluviosa.  Semejante a esta hoja es el ser humano que deambula por el mundo como una veleta, sin rumbo, sin ganas; movido por la inercia de la tramontana.  Me despido hasta que las alucinaciones y los espejismos te traigan de nuevo a poblar mis locos omnirismos...

 

Y si Dios sufriera de Alzheimer. Por Juan Carlos viera.

Si por una extraña razón que desconociéramos, por un tenue hastío que se va anidando en su mente, Dios estuviera ya cansado de todo. El universal, el absoluto, ese viejo de barba blanca que fundó y que sostiene el universo entre sus manos se le fueran olvidando las cosas, lentamente sus recuerdos se le fueran borrando. Supongamos que fuera cierto como decían las abuelas: “arriba de Dios no vive nadie.” Y si mezcláramos ese nuevo panteísmo que esboza que Dios es la naturaleza, con las viejas ideas del idealismo subjetivo de Berkeley que sostiene que “solo existe Dios” o más preciso: “que fuera de la mente de Dios no existe nada”. Esas son las inquietudes que me asaltan por estos días de auto confinamiento.  Presumamos que siguiéramos este enredado silogismo.  Si todo Es Dios o mejor la naturaleza es Divina y si la naturaleza está enferma. Por consecuencia concluiríamos que el mismo Dios esta indispuesto. Si todos los seres humanos que existen o que han existido habitamos únicamente o exclusivamente la mente Divina. Conociendo la condición humana, si es verdad que todos somos creados a semejanza suya. Concluiríamos al final que Dios está mal de la cabeza.

Las oraciones estériles de las monjas y sacerdotes le parecerían a Dios como dolorosas migrañas. Se mostraría el señor aturdido, confuso, irritable. Alzaría su voz en forma de tormentas eléctricas y su llanto se derramaría en inundaciones. Estaría la mayoría de las veces confundido, con su mirada perdida en otros universos. Sería una terrible paradoja que durante veinte siglos la humanidad que le dio la espalda a sus acciones se viera ahora en este tiempo, el hombre destinado a su olvido. Y si volviera a empezar… pensaba. Arrancar de nuevo… Una voz extraña en su interior (uno que decía ser su hijo le reclamaba). No señor es que ya no recuerdas el quilombo del diluvio.  Ya estaba muy viejo para esas travesuras. Y si les doy otra oportunidad… susurro. Ni hablar Yo no voy a volver a bajar allá a perder el tiempo. La idea de otros planetas le coqueteaba de lejos pero el experimento de los marcianos había sido un fracaso. Y otras formas de vida más avanzadas que la humana le parecían arrogantes, formas grises alargadas o verdes y viscosos reptilianos.  En definitiva, era mejor soportar la estupidez humana que sufrir por unas serpientes con patas que se creían más inteligentes. Algo en el fondo le recordaba una mala experiencia con las serpientes que hablan. Pero era un recuerdo ya lejano y borroso. Se sentía cansado. Las ideas se agolpaban sin orden, sin secuencia. Pero otra voz se semejante al gorjeo de las palomas (ese era el espíritu santo) en el hueco de su mente vacía le gritaba. Pero que te detiene, señor. Y haciendo un esfuerzo en recordar otros días más luminosos, como quien mira una fotografía vieja. Al principio azorado, después con más firmeza dijo: “porque me parece que en las salas de los aeropuertos todavía hay oraciones sinceras, porque el dolor de los abuelos en los hospitales me parece más real que las palabras de los pastores mentirosos. Porque me conmueve el llanto de los bebés recién nacidos y sobre todo el sollozos de las mujeres enamoradas. Tengo la cabeza confundida pero mi corazón todavía funciona. La alegría de un niño pelirrojo, la sonrisa sin dientes de una bisabuela, la fortaleza de una madre que soporta todo. Tantas cosas sencillas y los locos, quien mejor para entenderlos”.  Como un viejo león peleando contra jóvenes hienas, los nuevos dioses le arrebataban las fuerzas. Ya el ser humano adoraba a otros dioses extraños. El dinero en forma de becerro de oro, la avaricia en forma de la boca hirviendo de un Moloch que devoraba el futuro. Ya sin dientes, con las garras partidas como un viejo júpiter, peleaba entre las sombras contra los dioses germanos. Gritaba solo, y no había nadie….   

 

domingo, 31 de mayo de 2020

Una fábula sobre el colegio de las aves religiosas.

Una fábula sobre el colegio de las aves religiosas. Hace ya muchos días, no sé en realidad cuantos. En medio del enorme bullicio de todas las aves, con sus estridentes cantos, sus bulliciosos trinos y sus alegres gorjeos. A un grupo pequeño de estos pájaros, los llamados paseriformes, las minas o graculas del Himalaya les dio por armar su propio colegio. Tal vez fue por su origen geográfico en el sudeste asiático. Puesto que de allí surgieron las grandes religiones o su color negro de un oscuro casi clerical como de triste convento. A lo mejor sería por su extraña habilidad para imitar voces, como si de gente fuera. Se llamaron a sí mismas religiosas. Así pues manos a la obra se pusieron en la mitad del bosque a llamar a todas las aves para recibir alumnos. Pero como comenzar con amplia cobertura, privilegiando la diversidad, garantizando la inclusión, pero sin perder el mando. Lo primero es un nombre y después un eslogan. “Aquí podrás ser diferente, siempre y cuando hagas lo que aquí se diga”. Así acudieron aves de todos los rincones de la tierra, unos pequeños pajarracos estudiar la forma correcta de ser un ave decorosa, y otros a enseñar las viejas pautas para salir volando. Así poco apoco se armó un uniforme para todos que ocultara todas sus coloridas plumas, y un parvo bozal para los distintos picos, para evitar los trinos des armónicos y un estricto manual de cómo ser una buena ave. Y en la primera clase había como requisito había que cortarles las pequeñas alas.

Los infiernos de Polietileno.

 Antes las ciudades eran selvas de hormigón armado. Con enormes arboles sin ramas conectados por cables. Las calles grises, con la triste tonalidad del cemento. Ahora las islas son de plástico. Abrumadores continentes de basura toxica que flotan en el océano pacifico. Giran lentamente en pequeños círculos, arrastrados por el viento o por las olas. Vórtices de desechos que el hombre olvida. “Estos grandes remolinos de desechos en el centro del océano, están localizados entre las coordenadas 135° a 155°O y 35° a 42°N2. Su superficie se estima entre 710 000 km² y 17 000 000 km² según el criterio que se adopte en relación con la concentración de elementos de plástico que se fija como umbral para su definición geográfica.” El plástico nos rodea por todas partes, como la boca negra y grande de una cueva. De material sintético es la silla en la que estoy sentado. De un blanco hospital es el vaso en el que tomo un tinto. Si miro hacia el techo de la casa; está adornado por unos paneles de Icopor pintado para no parecer tan muerto. A los lados las paredes prefabricadas y delgadas. De plástico y sus derivados están construidos todos los productos: las bolsas de basura, las botellas de agua. De silicona están hechos los senos de algunas mujeres, y también sus nalgas. De carbono las bicicletas y lo peor del mundo, ya los carros no son del acero tan templado y duradero de Atlanta, son también hechos de la unión infinita de pequeños filamentos de fibras de carbono. Todo en esta sociedad es desechable como los condones que también son de un grosero látex arrojado al suelo. Ni los corazones se salvan, puesto que algunos ya llevan un dispositivo cuyo objetivo es mantener la frecuencia cardíaca, que es un marcapaso, también hecho de un sofisticado plástico sintético. A este paso de consumismo frenético y voraz en todos los océanos solo quedaran tiburones de espuma y paticos amarillos de goma como en las bañeras. En una triste paradoja, si en un futuro cercano o lejano la humanidad se extinguiera, seguirían flotando en estos mares muertos estos horribles despojos y se demorarían en disolverse cientos de años. Un testigo mudo y estúpido de nuestro devastador peregrinar por el mundo. Quien se imaginaria por allá en 1860, cuando se ofreció un gran premio para quien pudiera sustituir el marfil de los elefantes para fabricar bolas en las mesas de los billares y el señor John Hyatt, El vencedor, quien inventó el celuloide. Que inmediatamente el primer plástico tuviera sus inicios en Estados Unidos, que después de más o menos 160 años estaríamos viviendo en un infierno de plástico sin calor y sin llamas. Entonces en conclusión, un pequeño virus, verde, redondo, con pequeñas antenas. Que es como algunos se imaginan a este bicho nuevo es de todos, el menor de nuestros males. Juan Carlos Viera

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martes, 18 de febrero de 2020

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