MENSAJE ARROJADO AL MAR EN UNA BOTELLA
Somos como dos granos de sílice
que no se conocen, separados por la diminuta cintura de un reloj de arena. Como dos imágenes que se revuelcan en la
profundidad del inconsciente sin tocarse siquiera, sin saber cada uno que el
otro existe...Te parecerá absurdo que intente escribirte si no te conozco, pero
acaso mismo no es la vida un ejemplo de estupidez. No creas que justifico mi atrevimiento. Me agrada pensar que estas tontas cartas a
desconocidas son como desesperados mensajes arrojados al mar en una botella,
para que no se quien los recoja. Como un
grito desgarrador en la mitad del silencio.
Estas tontas palabras, absurdas y
sin sentido no tienen más fin que el de disiparme y ver transcurrir lentamente
las horas. Así que no tienes de que
preocuparte. Imagina que este juego es como si estuvieses “chateando” en
Internet con alguien a quien jamás has visto. Puedo escribirte tranquilo sin
temor a herirte, sin vanos prejuicios y sin convenciones; con la seguridad de
no conocer sus gustos, no puedo equivocarme. Me encanta escribir, pero no deseo
molestarle, imagino que estarás ocupada en tus quehaceres, no te sobrara el
tiempo absorbida por el mundo.
Como no puedo dormir, paso las
noches como un bombillo. Estragado de
soledad y frío, me siento al teclado a plasmar las quimeras de mi vesania. Entonces me subo en la aleta de un delfín, o
en la cola de una ballena, extiendo los brazos con las manos abiertas y quedo
colgado de la punta de una vieja estrella.
En uno de esos viajes en mis
noches eternas pude haberte visto descansando dormida. Otras veces durante la
sombra de la penumbra oscura puedo ir pegado de las polvorientas alas de una
mariposa y dejarme caer del vacío, a los hilos dorados de la araña negra,
sintiendo la muerte con sus ocho patas tejer la mortaja de rocío y seda.
En el silencio sin nombre de la
penumbra quieta, tal vez logre mirar el reflejo de tu alma escondida en el
hontanar acuoso o encubierta en la niebla...Esta carta sin nombre acaso se
parece a la hoja amarillenta y vieja desprendida de un sauce, que es arrastrada
por el aire, se mueve al garete, en medio de la tarde gris y lluviosa. Semejante a esta hoja es el ser humano que
deambula por el mundo como una veleta, sin rumbo, sin ganas; movido por la
inercia de la tramontana. Me despido
hasta que las alucinaciones y los espejismos te traigan de nuevo a poblar mis
locos omnirismos...
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