domingo, 31 de mayo de 2020

Una fábula sobre el colegio de las aves religiosas.

Una fábula sobre el colegio de las aves religiosas. Hace ya muchos días, no sé en realidad cuantos. En medio del enorme bullicio de todas las aves, con sus estridentes cantos, sus bulliciosos trinos y sus alegres gorjeos. A un grupo pequeño de estos pájaros, los llamados paseriformes, las minas o graculas del Himalaya les dio por armar su propio colegio. Tal vez fue por su origen geográfico en el sudeste asiático. Puesto que de allí surgieron las grandes religiones o su color negro de un oscuro casi clerical como de triste convento. A lo mejor sería por su extraña habilidad para imitar voces, como si de gente fuera. Se llamaron a sí mismas religiosas. Así pues manos a la obra se pusieron en la mitad del bosque a llamar a todas las aves para recibir alumnos. Pero como comenzar con amplia cobertura, privilegiando la diversidad, garantizando la inclusión, pero sin perder el mando. Lo primero es un nombre y después un eslogan. “Aquí podrás ser diferente, siempre y cuando hagas lo que aquí se diga”. Así acudieron aves de todos los rincones de la tierra, unos pequeños pajarracos estudiar la forma correcta de ser un ave decorosa, y otros a enseñar las viejas pautas para salir volando. Así poco apoco se armó un uniforme para todos que ocultara todas sus coloridas plumas, y un parvo bozal para los distintos picos, para evitar los trinos des armónicos y un estricto manual de cómo ser una buena ave. Y en la primera clase había como requisito había que cortarles las pequeñas alas.

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