jueves, 19 de noviembre de 2020

 Si el amor comenzara por el combate absurdo, por la indignación y la melancolía, y luego viniera la inapetencia y aquella tolerancia muda y resignada, para pasar a los besos desapasionados y la costumbre de la rutina, hasta llegar al deseo irracional y repentino del otro, a los gestos que arrancan el tiempo de los relojes, a las palabras que hacen harapos las ropas, al hambre de besos caníbales y a los choques de deseo que pulverizan el aliento, si los síntomas del amor se presentaran a la inversa, entonces quedaría esperanza en el mundo.    

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