jueves, 5 de noviembre de 2020

 

DESENCUENTRO POR JUAN CARLOS VIERA

Como han cambiado los tiempos que otrora nos parecían más gratos y las épocas se van transformando lentamente ante nuestros ojos casi de forma imperceptible pero constante siempre. Anteriormente las princesas de nuestros cuentos infantiles, esperaban pacientemente dormidas que llegara un apuesto príncipe a despertarlas con un tibio beso en la mejilla o vivían rodeadas de un número sin par de enanos en una cabaña en el campo sin mucho más que hacer que cantar. Las más osadas lanzaban por el alto balcón de la torre donde estaban secuestradas por una malvada bruja o un cruel padrastro según la versión del cuento, una trenza de cabellos dorados o un lazo hecho con telas o cobijas, otras princesas más ingenuas visitaban a su abuela cruzando un bosque oscuro y peligroso lleno de riesgos y de lobos hambrientos. Mas ahora en estos tenebrosos y deshumanizados tiempos postmodernos las princesas ya no esperan, trabajan en grandes corporaciones y ocupan prestigiosos cargos ejecutivos.  Ahogadas en tiempos eternos de reuniones de ocho a ocho y grandes eventos programados, congregadas en grupos espirituales, o en salones de spa ya no confían en el fuerte brazo de un solitario caballero que las salve de dragones o les recoja del suelo el pañuelo que furtivamente han arrojado para que él lo guarde en el pecho dentro de su acerada armadura y mire su nombre escrito en letras doradas y suspire de amor y de agonía. El tiempo de los caballeros se ha extinguido para siempre, ya Orlando no busca a su Oriana para defenderla,  ya Tristán ya no le canta a su amada Isolda y El quijote murió loco buscando a su hermosa Dulcinea. Que tiempos horribles de soledad y tristeza. Se van para siempre las ilusiones y los sueños, se pierden las utopías entre el escepticismo y la indiferencia que estas épocas que imponen nuevos valores de producción y eficacia. Ya el valor es desplazado por la eficiencia y la lealtad relegada por la productividad. Ya los corceles fueron movidos por los autos deportivos y las armaduras sin uso se oxidan en las mazmorras de los castillos, las princesas de hoy ya no necesitan caballeros ni príncipes azules, en parte porque estos no existen y en parte porque están tan ocupadas, tan absortas de trabajo, tan alienadas por la rutina. Ya son auto suficientes, ya han conquistado la tan anhelada independencia y todos los derechos que les fueron negados en la historia.  Queda tan solo el caballero de la triste figura y su armadura oxidada perdido en el tiempo. Descendió al averno Orfeo para rescatar a Eurídice y la perdió para siempre. Todo está trastocado, el capitalismo salvaje ha destruido al romanticismo. Volvemos a vivir las épocas antiguas y al resurgir de los mitos. Eros lanza sus dardos de oro y de plomo, unos para amar y otros para despreciar, este hijo de la riqueza (poros) y la pobreza (penia) y en su traviesa crueldad ha transformado todo, ahora entiendo porque el amor y la muerte son hermanos.

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