DESENCUENTRO POR JUAN CARLOS VIERA
Como
han cambiado los tiempos que otrora nos parecían más gratos y las épocas se van
transformando lentamente ante nuestros ojos casi de forma imperceptible pero
constante siempre. Anteriormente las princesas de nuestros cuentos infantiles,
esperaban pacientemente dormidas que llegara un apuesto príncipe a despertarlas
con un tibio beso en la mejilla o vivían rodeadas de un número sin par de
enanos en una cabaña en el campo sin mucho más que hacer que cantar. Las más
osadas lanzaban por el alto balcón de la torre donde estaban secuestradas por
una malvada bruja o un cruel padrastro según la versión del cuento, una trenza
de cabellos dorados o un lazo hecho con telas o cobijas, otras princesas más
ingenuas visitaban a su abuela cruzando un bosque oscuro y peligroso lleno de
riesgos y de lobos hambrientos. Mas ahora en estos tenebrosos y deshumanizados
tiempos postmodernos las princesas ya no esperan, trabajan en grandes
corporaciones y ocupan prestigiosos cargos ejecutivos. Ahogadas en tiempos eternos de reuniones de
ocho a ocho y grandes eventos programados, congregadas en grupos espirituales,
o en salones de spa ya no confían en el fuerte brazo de un solitario caballero
que las salve de dragones o les recoja del suelo el pañuelo que furtivamente
han arrojado para que él lo guarde en el pecho dentro de su acerada armadura y
mire su nombre escrito en letras doradas y suspire de amor y de agonía. El
tiempo de los caballeros se ha extinguido para siempre, ya Orlando no busca a
su Oriana para defenderla, ya Tristán ya
no le canta a su amada Isolda y El quijote murió loco buscando a su hermosa
Dulcinea. Que tiempos horribles de soledad y tristeza. Se van para siempre las
ilusiones y los sueños, se pierden las utopías entre el escepticismo y la
indiferencia que estas épocas que imponen nuevos valores de producción y
eficacia. Ya el valor es desplazado por la eficiencia y la lealtad relegada por
la productividad. Ya los corceles fueron movidos por los autos deportivos y las
armaduras sin uso se oxidan en las mazmorras de los castillos, las princesas de
hoy ya no necesitan caballeros ni príncipes azules, en parte porque estos no
existen y en parte porque están tan ocupadas, tan absortas de trabajo, tan
alienadas por la rutina. Ya son auto suficientes, ya han conquistado la tan
anhelada independencia y todos los derechos que les fueron negados en la
historia. Queda tan solo el caballero de
la triste figura y su armadura oxidada perdido en el tiempo. Descendió al
averno Orfeo para rescatar a Eurídice y la perdió para siempre. Todo está
trastocado, el capitalismo salvaje ha destruido al romanticismo. Volvemos a
vivir las épocas antiguas y al resurgir de los mitos. Eros lanza sus dardos de
oro y de plomo, unos para amar y otros para despreciar, este hijo de la riqueza
(poros) y la pobreza (penia) y en su traviesa crueldad ha transformado todo,
ahora entiendo porque el amor y la muerte son hermanos.
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