jueves, 5 de noviembre de 2020

 

CADA HOMBRE Y SU MITO POR JUAN CARLOS VIERA. 

Debes saber ya por tu carrera y tu estudio continuo que los mitos han alimentado la imaginación  del hombre desde antaño y que la psicología en particular se ha nutrido de ellos prolificamente, tal es el caso de Sigmun Freud  que a los desordenes de personalidad les va atribuir nombres de mitos griegos y Carl Jung va a ser lo propio con ellos al manifestar que todos poseemos un inconsciente individual y otro por decirlo menos colectivo que es común a la humanidad entera, a la especie, a nuestro genero tan caótico y oscuro.

Bueno Jung manifiesta que el ser humano consciente o inconscientemente se identifica con un mito, pero que no todos los mitos son felices, existen mitos trágicos, no todos son héroes y no todos logran grandes hazañas, la mayoría de los seres mitológicos posee existencias desgraciadas; para ilustrar lo que digo, pues basta citar a Damocles de quien pendía una espada todo el tiempo sobre su cabeza y por ello decimos que el tiempo es una espada de Damocles, Tántalo aquel tan travieso que fue castigado con sentir hambre y no poder comer, tal es el destino de muchos pueblos y etnias que en la actualidad padecen hambrunas y sequías; y el mito de cronos el viejo dios del tiempo que se comía a sus hijos y es así que todos somos hijos del tiempo que termina devorándonos. De tal suerte que yo también me siento identificado con un mito y como quisiera cambiar mi fatum y que las terribles parcas desenredaran el hilo de mi vida de otra forma. Tal parece que vivo el mito de 

Apolo y Dafne, Apolo dios de los arqueros, de la música, de la profecía y de la luz, pero no siempre afortunado en sus amores. Su primer amor fue la ninfa Dafne, pero ella lo rechazó. La violenta pasión de Apolo y la resistencia de Dafne se debía a que Eros (Cupido), irritado por las bromas del dios del sol, le disparó a él una flecha de oro para que se enamorase de ella, mientras que a Dafne, le dirigió una de plomo para que le rechazase. Apolo persiguió a Dafne con todo tipo de súplicas amorosas, todas las cuales rechaza hasta llegar a orillas del río Peneo. Aquí justo en el momento en que va a darle alcance, ella pide ayuda a su padre, el dios del río, el cual la transforma en un laurel. Apolo se queda de una pieza.

El otro mito trágico de los griegos es el de El mito de Sísifo: En el infierno Sísifo fue obligado a empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, bueno vemos en la vida cotidiana a personas que nunca concluyen sus proyectos, que casi logran sus metas pero no lo hacen, padecen el síndrome del casi, casi logro tal cosas o tal otra; Y el mito final.

El mito de Pigmalión forma parte de los libros XII - XIII de Las Metamorfosis, escritas por el poeta romano Ovidio (43 a.C.-17 d.C.) cerca del año 8 D.C. Pigmalión era rey de la isla de Chipre. Era amado por su pueblo, pues era justo y gobernaba con gran sabiduría. Pigmalión también era un gran escultor y cuando no dirigía el estado se encerraba en su taller, en el que creaba imágenes de gran realismo. Hubo un tiempo en el que pasaba la mayor parte del tiempo en su taller, trabajando en secreto en una escultura. Al terminarla la mostró a todos los nobles, quienes se quedaron maravillados.

Era la estatua de una joven de gran belleza, y estaba hecha con tanta gracia que parecía estar viva, aunque inmóvil. Según decía, era tan bella y perfecta como ninguna mujer verdadera podría serlo. Ordenó que fuera cubierta con lujosas ropas, le llegó a comprar las más bellas joyas y flores: los regalos más caros. Siguió retocándola y perfeccionándola; pasaba horas y horas contemplándola, de vez en cuando la besaba tiernamente. Hasta que se dio cuenta de que se había enamorado de la estatua. En una fiesta a la diosa Venus, muy adorada en la isla de Chipre, el rey escultor suplicó: “A vosotros ¡oh dioses!, a quienes todo es posible os suplico que me deis por esposa una doncella que se parezca a mi virgen de marfil” (según Ovidio, no se atrevió a pedir directamente la transformación de la estatua). La diosa del amor escuchó el pedido. Cuando Pigmalión regresó a su taller y tras horas de contemplar a la estatua la besó en los labios y en vez de frío marfil, encontró una piel suave. En un segundo beso, la estatua despertó y adquirió vida, transformándose en una bella mujer real que se enamoró perdidamente del creador. Entonces Pigmalión y Galatea (como llamó a la estatua se casaron y vivieron felices para siempre.

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